lunes, 7 de octubre de 2013

EL TEATRO DE MI VIDA



Sentado en un triste teatro viendo la representación de tu vida, la ves extraña, sabes que la has vivido, pero no te das cuenta de lo importante que son los actores hasta que la ves desde fuera.

 Y allí está ella junto a la profesora con sus dos trenzas rubias que tantas veces llevaba, asustada, nos la presentan y le dicen que se siente a mi lado, yo no quería, era un niño, no quería una niña a mi lado. Se sienta y me sonríe con su sonrisa desdentada, esa fue la primera vez que la vi. Es curioso lo tonto que parece ahora, cuando somos críos no queremos relacionarnos con las niñas, en la adolescencia no dejamos de ir tras ellas y cuando creces te das cuenta de que no puedes vivir sin ellas.

Tenemos la mochila en la espalda y caminamos juntos hacia casa, vivimos en la misma calle, yo le hablo de los Beatles y de que un día quiero tocar la batería en un gran grupo, ella me dice que ira encantada a verme si eso pasa. “¿Y tú que quieres hacer?” le pregunto y ella contesta “no lo se”. Siempre contestaba lo mismos, no le gustaba hablar de ella o de su futuro, creo que en esos momentos no tenía ningún sueño.

Es sábado, la veo al lado del río en nuestro lugar secreto, tiene la mano escayolada, me dice que se ha caído pero no puede retener más tiempo las lágrimas, la abrazo y nos quedamos allí en silencio. No sabía lo que pasaba, pero sus ojos estaban cada vez más vacíos, un poco menos brillantes a cada instante, hasta que un día se apagaron del todo. 

 El primer día de instituto estamos nerviosos, entramos en nuestra nueva clase, me pongo junto a ella. El día que tenemos examen coloco mi mesa tras la suya y ella empuja su hoja hacia atrás para dejarme copiar.  Lo hacia siempre que podía, menos en historia en eso yo era mejor. Recuerdo que un día nos echaron a los dos de clase.

Navidad, me levanto temprano, bajo a desayunar, mi madre me ha hecho una taza de chocolate, abro los regalos, me visto, cojo la chaqueta y su regalo y salgo de casa para llevárselo. Como todos los años desde que se mudó nos hacínanos un regalo, al principio fue cosa de nuestras madres, pero luego se convirtió en nuestra tradición. Ese año le había comprado un CD, nos encantaba poner la música a tope y bailar olvidándonos del mundo.

Nieva, tengo el regalo en el bolsillo sujeto con mi mano. Llego a su casa y hay dos coches con las sirenas encendidas, una ambulancia y un montón de policías que no me dejan pasar. Se llevan a sus padres esposados, un sanitario saca a su hermana en brazos, ella sale detrás tapada con una manta. Se acerca y me da un regalo, yo le doy el mío, no digo nada, me abraza y me dice “Gracias por ser mi amigo y salvarme la vida”. Entra dentro de la ambulancia y la veo desaparecer. Vuelvo a mi casa, entro en mi habitación y lloro amargamente. En ese momento me di cuenta de que seguramente jamás volvería a verla, días más tarde abrí su regalo, unas baquetas y estaban dedicadas “siempre a tu lado”. Todavía las conservo.

Mi primera clase de batería, estoy solo, entra el profesor lleva una camiseta negra sin mangas, los brazos totalmente tatuados, un montón de pendientes y barba. Me da unas baquetas, ordena que me siente detrás de la batería, pone música y me dice que marque el ritmo. Lo que me costo aprender a coordinar las dos manos, era el alumno más torpe de la historia pero nunca me gritó, me explicaba las cosas mil veces y me animaba contándome que el secreto estaba en repetirlo muchas veces. Y así fue como a base de practicar aprendí a tocar la batería.

Nuestro primer concierto, bebemos un chupito  antes de salir, subimos al escenario y empezamos a tocar, todos nuestro amigos y conocidos están en la primera fila animando y al fondo sonriendo la veo a ella, dejo de tocar, me paralizo, el cantante se gira y me da un toque para que vuelva, empiezo a tocar otra vez. Termina el concierto, me acerco a ella, estoy lleno de sudor pero aun así me abraza. Recuerdo que nos pasamos la noche de juerga y cuando todos se fueron a casa, nos quedamos a tomar la última mientras nos poníamos al día, se alargo hasta la hora de comer del día siguiente.

Después de acampar toda la noche fuera conseguimos entrar en el estadio de fútbol, corremos entre toda la gente para coger un sitio donde ver bien el concierto, no conseguimos estar delante del todo pero andamos cerca. Dos horas más tarde empieza el concierto, suena su canción preferida, estamos bailando y cantando, nos miramos y la beso.  Es la cosa para la que mayor cantidad de valor necesite en toda mi vida, tenia tanto miedo de que se apartara… después de ese hubo muchos más húmedos y cálidos.

Las cajas se amontonan alrededor, en el piso no hay nada más que el sofá y un colchón en el suelo, estamos rodeados de amigos comiendo comida china y bebiendo cerveza, riéndonos después de  subir todo a un quinto sin ascensor. Aquella caja de cerillas se convirtió en nuestro hogar, donde reinaba la tranquilidad.

Voy vestido de negro, nunca he estado delante de tantas cámaras, nos ponen los micrófonos tan cerca que podríamos darles un mordisco, nos hacen millones de preguntas mientras los flash-es nos ciegan, estoy angustiado, en cuanto puedo salgo de allí. Con el tiempo me acostumbre, se hizo normal bromear y coquetear con las reporteras.

Estoy tirado en el suelo del baño, hay trocitos de espejo y polvo blanco por todas partes. Hay cosas que jamás debí dejar que pasaran y esta es una de ellas. Ahora me arrepiento de todo aquello, del principio del fin, pero ya es demasiado tarde.

Llego tarde a ver a mi hija, no he podido estar en el parto, tenía que dar unas vueltas, ella no me podía ver así. Cojo a mi niña en mis brazos,  es pequeña y dulce, esta dormidita, irradia paz, de pronto habré los ojos verdes, no puedo dejar de mirarla. En ese instante decidí que era hora de dejarlo todo, jubilarme y alejarme de ese mundo.

La niña llora en brazos de su madre, ha dado dos pasos tambaleándose y se ha caído. Estoy con la cámara en la mano riéndome, riéndonos, haciéndole mimos a nuestro sol. Cuando lo sabes, lo sabes, sin duda fue una buena decisión.

Ella esta chillándome, histérica, me amenaza “si lo haces, no estaré aquí cuando vuelvas”, la intento convencer de que solo será una vez, negociamos, ella cede, “solo una vez” me advierte y yo se lo prometo. Y sí, cumplí mi promesa, aunque quizá no de la mejor manera.

Me paso por el baño antes de salir, necesito algo que me anime, nos llaman y dejo todos los trastos en el lavabo. Me siento detrás de la batería, empieza el concierto, de pronto todo se oscurece. Ella siempre tuvo razón, nunca debí volver.

Y así, acaba la función.

4 comentarios:

  1. jmmm...cada vez son textos mas dificiles de comentar...

    ResponderEliminar
  2. bueno, por un lado te falta alguna letra y/o palabra jajaja! y alguna coma creo que también...

    sobre la historia he necesitado leerla dos veces para unir todo (o creo que todo...) supongo que xq son como parrafos que no tienen nada que ver y a la vez todo unido pero para cuando ves la forma del texto te has perdido algo fijo (en mi caso, no entendia xq estaba delante de las camaras...si, sere torpe pero para mi el grupo era de chavales que no salen de su pueblo...)

    Por cierto, se muere?

    ResponderEliminar
  3. Esta en un teatro, son escenas de su vida.

    si se muere.... ¿tú q crees?

    ResponderEliminar