Me duele muchisimo la cabeza. Madre mía, esto es peor que la
resaca que tuve cuando nos dimos aquel baño en alcohol. Y yo no soy la única,
todas estamos igual. Qué ganas de volver a casa y estar tranquilitas de una
vez, pero todavía nos quedan otros siete días aquí.
Llevábamos toda nuestra vida preparándonos para el día de
ayer, hemos pasado un hambre tremenda, no podíamos pasar nuestro peso más de
tres gramos, pero tampoco podíamos estar demasiado delgadas ya que hay que
tener buen aspecto, en fin, que nos han hecho pasar un calvario. Todo el mundo decía
que iba a ser el mejor día de nuestras vidas, que brillaríamos con luz propia,
que seriamos las protagonistas absolutas, que nos recordarían en los anales de
la historia… como ya supondréis era todo mentira, nunca nadie te cuenta la
parte mala. Antes de ir nos obligaron a pesarnos, nos llevaron a oscuras a una terrorífica
habitación y allí nos tatuaron nuestro nombre con láser y por último nos
encerraron en una cárcel circular donde no teníamos espacio para movernos. Ya os
podéis hacer una idea de la tortura que nos estaban haciendo pasar y aunque no os
lo creáis, lo peor estaba por llegar. En cierto momento empezaron a entrar
muchas personas a la habitación en la que nos habían expuesto, todas hablaban
de nosotras. De repente nuestra jaula dorada empezó a girar, nosotras no podíamos
sujetarnos a ningún sitio, golpeábamos unas contra otras sin poder evitarlo y
algunas de nosotras desaparecían misteriosamente.
Cuando llevábamos unas cuantas horas girando y yo ya estaba
más que mareada, algo me succionó haciendo que bajase por un tobogán. Estaba
intentando ubicarme, pero una mano gigante me cogió, la dueña de ésta empezó a
gritar mi nombre como loca, me acercó a una mesa donde personas extrañas me
miraron exhaustivamente. Después, me llevaron para que el resto pudieran verme,
un aluvión de flashes me cegaba, no podía ver nada, la niña seguía gritando mi
nombre y el resto de sinvergüenzas empezaron a llamarme gordo. Fue el momento
más humillante de toda mi vida. Luego me atravesaron con un alambre y siguieron
como si nada con su espectáculo.
Ahora aquí estoy, colgada junto con mis compañeras, sin
poder hacer nada para aliviar la jaqueca. Sigo teniendo el alambre en mis
entrañas y siguen llamándome gordo. Yo he denunciado profundamente el calvario
que ayer sufrimos, pero no parece que a nadie le importemos ya. Hemos sido
usadas como clínex (sin querer ofenderlos), me siento fatal, solamente quiero
volver a casa y que esta pesadilla llegue a su fin.
¡Madre mía! Me duele la cabeza hasta a mí. ¿Y te vistieron de rojo?
ResponderEliminarBueno, me lo explicas otro día. He venido a dejarte mis mejores deseos para ti y los tuyos. Felicidad, disfruta mucho... y sonríe siempre.
Un beso enorme.
Igualmente. Felices fiestas y próspero año nuevo.
EliminarAdmito que este me ha costado pillarlo...estaba esperando a la última linea y aun así no lo veía hasta que lo he leído de nuevo.
ResponderEliminarMuy navideño jajaja!