Hoy es un día de estos en los que estoy cansada, muy cansada y enfadada
con el mundo. Cuando estoy así es mejor no acercarse a mí, además el cielo se
ha puesto en mi contra y el único día de invierno que he salido de casa sin
paraguas ha empezado ha caer el diluvio universal.
Acaba de entrar en
casa empapada, se nota que ha tenido un mal día porque lo ha tirado todo en la
entrada, me ha dado un beso casto en la mejilla seguido de un “no preguntes y
déjame en paz un ratito” en forma de gruñido y dando un portazo se ha metido en
el baño.
Necesito darme un baño, entrar en calor y olvidarme del mundo, del asco
que me da la humanidad y de lo harta que estoy de mi misma. El agua caliente
junto con las sales de baño hacen que mi cuerpo se relaje. La música que he
puesto me tranquiliza, cierro los ojos y me desvanezco del mundo.
Lleva una hora y media
metida en el baño, no estoy seguro de que deba acercarme todavía, pero hoy
estoy feliz así que aun a riesgo de llevarme un sermón, voy a aproximarme. Está
metida en la bañera con los ojos cerrados, rodeada de espuma, sin ser
consciente del tiempo que lleva ahí dentro.
Abro los ojos, él está mirando desde la puerta haciendo pucheritos
mientras tantea el terreno. El pobre es la victima más común de mis cambios de
humor. Le sonrío y hago un gesto para que se acerque. Se agacha a mi lado y
cogiendo su cara entre mis empapadas manos, le doy un beso en los labios
invitándole a entrar conmigo. Con un baile que pretende ser sexy empieza a
quitarse la camiseta, los pantalones, los calzoncillos…
Me meto en el agua,
que está hirviendo, bajo su atenta mirada convertida en juguetona tras la
tormenta. Se pone sobre mí y empieza a besarme
el cuello poco a poco. El vapor, el roce de sus caderas, el agua
caliente, sus labios acariciando cada milímetro de mi cuerpo… todo hace que me
empiece a tensar.
Me tiene rodeada entre sus brazos, acariciando lentamente desde mi nuca
hasta el culo, mientras nos fundimos en besos de lenguas entrelazadas. Nuestra
respiración se acelera, estamos excitados y ya no me acuerdo porque estaba tan
enfadada, el día ha mejorado notablemente.
Dejo de besarla y le
sugiero que vayamos al dormitorio. Salgo de la bañera, le ayudo a levantarse,
rodea mi cuello con sus brazos y de un salto se sube en mis brazos, enlazando mi
cintura con sus eternas piernas.
Me lleva sujeta, con nuestros cuerpos tocándose, hasta el dormitorio.
Cerramos la puerta. Esto no es apto para todos los públicos.
ale, y lo deja en lo más interesante...
ResponderEliminarMe gusta ese cambio de narrador y que sea en presente todo el rato.
Y una buena manera de hacer relato sin meterte en profundidad jajaja! Petición cumplido supongo, ¿o no?
coincido con nerea. esta muy bien el presente y el cambio de narrador pero nos has dejado a medias... ¿qué pasará después?
ResponderEliminarDespués hay sexo. Usar la imaginación que pa eso la tenéis.
Eliminarya, hasta ahí habíamos llegado e imaginación tenemos todos, pero las pelis subidas de tono y los libros eróticos no se dejan de vender (vease 50 Sombras de Grey y todos sus parecidos)
EliminarMás vale así.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho la forma de contar la historia, desde los dos puntos de vista... y lo has sabido dejar en el punto exacto de querer más...
ResponderEliminarBesines...
Es una evidencia de que no se puede hablar de días malos, como dicen, hasta el rabo todo es toro (y no va con segundas intenciones).
ResponderEliminarBesos.